En defensa de China

Por Pablo Rovetta, desde China *

Con motivo de la celebración de los Juegos Olímpicos en Beijing se ha desatado en los últimos días en la prensa española –con una asombrosa unanimidad- una ola de críticas, reprimendas y en algunos casos verdadera hostilidad contra China.

Se ha llegado a hablar en el editorial de uno de los periódicos más prestigiosos de España de lo que China debe hacer para “homologarse a las naciones civilizadas del mundo”.

No hay un día en que no salga la foto de un policía chino y en que no se mencione de forma crítica las medidas de seguridad que se han tomado para los Juegos, como si un acontecimiento de iguales características en Occidente no hubiese provocado igual o mayor despliegue policial y de seguridad.

Mientras que al grito de “a por ellos” parece lícito y lógico el deseo del deporte español por obtener el mayor número de medallas posibles, los deseos de triunfo de los deportistas chinos son criticados sin embargo como una muestra de “nacionalismo”.

China es en estos días en muchos medios de prensa sinónimo de un régimen “asfixiante”, de desigualdades, corrupción, mientras que el resto del mundo y Occidente en particular son el ejemplo de “civilización” que el país asiático debería adoptar.

Los medios de comunicación se han llenado de “expertos” en China –muchos de los cuales reconocen que ni siquiera han visitado el país-, que no sólo explican sin la más mínima modestia lo que pasa en el país y lo que piensan sus ciudadanos, sino que además se dan el lujo de indicar a China qué es lo que debe hacer y cómo.

Nadie, o muy pocos, sin embargo, han reconocido la eficacia, los esfuerzos realizados por sus autoridades y su población para dejar todo listo y a punto –los estadios, las infraestructuras- para este acontecimiento.

Menos aún han sido los que han mencionado la mejora del nivel de vida de la población china y el grado de desarrollo económico y social alcanzado en las últimas décadas, el grado de apertura de su sociedad.

Es difícil que alguien pueda negar con hechos que el grado de apertura de la sociedad china y de desarrollo y libertad de su población es el mayor de toda su historia y está en estos momentos por encima de un gran número de países del mundo, a los cuales sin embargo no se critica con la misma dureza que a China.

Muchos de los que le piden ahora a China mayor apertura son los primeros en querer cerrar sus fronteras y sus mercados ante la “invasión” y “amenaza” de la economía china. Muchos de los que piden mayor libertad para los ciudadanos chinos son los que ponen cada vez mayores trabas y controles a la inmigración china, a su turismo en el mundo, al establecimiento de sus empresas a nivel global.

Es verdad que no todo ha sido perfecto en la preparación y organización de los Juegos. Quizás uno de los mayores problemas haya sido y es la falta de una política eficaz e inteligente de comunicaciones y de relaciones públicas por parte de las autoridades chinas.

Obviamente no vamos a decir que China sea el país de las mil maravillas ni que no tenga problemas, algunos de ellos muy graves y reconocidos en primer lugar por las propias autoridades del país.

Un poco de modestia, un mínimo esfuerzo por intentar conocer la realidad de China, su evolución reciente, lo que piensan sus ciudadanos, sería muy saludable antes de sacar conclusiones simples y “europeístas” sobre la compleja realidad del país más poblado de la tierra y de una de las civilizaciones más antiguas del mundo.

La historia de China lleva décadas demostrando que ni los intentos de boicots, ni las “lecciones”, ni la hostilidad han sido la mejor manera de ayudar de verdad al pueblo chino, ni han servido para hacer cambiar la evolución de su sociedad.

* Editor de Carta de Asia-Economía, el boletín electrónico que publica Casa Asia (y que elabora Iberglobal).